Sevilla es una ciudad paternalista que ha tenido momentos de gloria relativamente cercanos en el tiempo, con unos gestores públicos capaces y atentos a lo que ocurría y que solían decidir normalmente con acierto. Ahora estamos en una coyuntura en la que los que mandan o no tienen criterio o no se dejan aconsejar correctamente. Desde luego no transmiten, a la vista de más de un ejemplo, una visión de la realidad estética en la ciudad. No debemos de depender del juicio de nostálgicos furiosos, de antiguos, que usan para fines propios y retorcidos el flagrante desconocimiento en materia de arte, para manipular la voluntad del ciudadano precisamente ahora, en una época en la que hay que poner orden tanto en el caso que nos ocupa, como en tantos otros de carácter estético, que verdaderamente atañen a Sevilla. En realidad, esos adalides de la integridad de la denominada sevillanía, actúan como terroristas que secuestran la voluntad de un pueblo con miedo a hablar y a decir que Sevilla es más. Más que eso que ellos formulan, determinan y recetan. Cuando hablo del pueblo sevillano no me refiero solamente al ciudadano invisible, a la gente de los barrios, me refiero también y fundamentalmente a los poderosos (políticos, periodistas y empresarios) normalmente legos en materia artística, miedosos de opinar y que callan por vergüenza ante idiotas que hablan alto y saben poco. Esos que se dicen sevillanos porque conocen los nombres de las calles y las iglesias; gente inmoral con intereses oscuros, meapilas insignificantes, violentos adalides de la autenticidad sevillana. Como digo, Sevilla es mucho más que esa miseria. Hay que solventar el problema del prurito catetito del no vaya usted a meter la pata o a sacar los pies del tiesto, hay que hablar de las cosas y hay que discutirlas.
Se trata en esencia de un asunto moral. Tenemos que encontrarnos de verdad con la ciudad. Nada de idioteces; no creo que la imagen de Sevilla sea dueña de unos o de otros. Sevilla, como digo, es plural y no debe estar, en lo que respecta al arte público, hipotecada por algunos flagrantes usurpadores que actúan con criterios infundados de imponer una estampa-imagen, en exceso simulada. Cada vez más vacía, vacua de contenido y, en definitiva, sin razón. Y en cualquier caso, la simulación, en caso de producirse, debería de reinventarse con solvencia constantemente al modo en que lo hace el carnaval, un carnaval gigante y completo que acapararía toda la primavera sevillana. Un cartel de hoy debe descartar formalmente la simulación del sempiterno boceto romántico-regionalista con más o menos acierto, y debe de tener un cierto sentido de actualidad, sin imposturas.
La simulación emporca la ciudad. Una cosa es aceptar el sentido estético efímero y fugaz de los productos artísticos, relacionados con los eventos públicos de Sevilla, en el sentido de la fugacidad de la vida, del carpe diem que nos da sentido y carácter y otra es el copieteo vacuo por el pavor al cambio, a lo diferente. En definitiva, por el miedo al “otro”.
Se hace necesario, y en esto los políticos son particularmente responsables, formar el público, hay que educar el gusto del sevillano y crear ciudadanía. La cultura sí importa. Hay que hablar de arte, de cultura, hacer afición. Debatir sobre carteles es una gran oportunidad de poner en orden lo que debería ser, y no es. Un campo de trabajo ideal por lo ejemplar y público. Debemos pues evitar las regalías en lo que respecta a la concesión del cartel porque no crea más que desconcierto y da una imagen penosa de pobreza y desidia. Sevilla no se lo merece.
Hay que volver la mirada a momentos espléndidos del cartel de fiestas en la relación de carteles, en los que se entendía maravillosamente bien la ciudad, la estética de cada momento, la sensibilidad de la misma ciudad respecto de sus fiestas de primavera. Hay que poner en marcha mecanismos consensuados y transparentes. Sobre todo con unos profesionales cabales y solventes que seleccionen los artistas y creadores. Hay que dotarlo económicamente de manera adecuada, de modo que el artista, mediante concurso o designación trabaje con alegría, dedicación y verdadera entrega.
Puedes ver la relación completa de carteles ordenados por año en http://wikiferia.blogspot.com.es/p/carteles.html